Una de las grandes
alegrías que he recibido en mis años de enseñar Aikido es la
sincera amistad de estos cuatro aikidokas de los "primeros tiempos del
Aikido en Zaragoza".
El aprecio y el afecto es mutuo, ha valido la pena conocernos y compartir juntos el sudor y la ilusión de muchos entrenamientos.
Os doy un gran abrazo junto con mi reconocimiento por vuestra amistad.
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