Desde
el punto de vista de la Kinestesia, la práctica del Aikido es un dialogo cuerpo
a cuerpo, y la comunicación se origina por los movimientos del cuerpo, sus
posturas sus desplazamientos, sus gestos y su expresión facial, en el espacio y
en el tiempo.
Cada
movimiento (ataque) de Uke es acompañado, dirigido, desviado, o detenido por
otro movimiento de Tori, guiado a su vez, por las sensaciones exteroceptivas
(vista, oído, tacto, olfato) y propioceptivas (equilibrio, coordinación,
alerta, velocidad, tensión, relajación, etc.)
Este
diálogo corporal puede producirse en toda su extensión, sin precisar de la
ayuda o intervención del pensamiento, ni de las explicaciones verbales.
Una mirada a otras artes
marciales como el Judo o el Karate en su faceta de randori o combate, la
realidad de la situación les advierte que, durante estas prácticas resulta
perjudicial hablar, y que el silencio verbal es imprescindible, para descubrir
el momento en el que la técnica va a ser eficaz y tener éxito.
En el ámbito del Aikido está
muy generalizada la costumbre de hablar (ya sea para corregirse, o contarse
cosas) entre Uke y Tori, mientras practican Kata Keiko, porque no son
conscientes de la cantidad de información sensorial que se les escapa, dado que
su atención está puesta en el diálogo con el compañero de entrenamiento.
Bien es verdad que el Dojo
no es un templo religioso, en el que el silencio absoluto es preceptivo, y es
tolerable expresar algo verbalmente cuando es necesario, pero el profesor tiene
que favorecer la creación de un clima de silencio durante la práctica.
¿Por qué es más provechoso
practicar en silencio?
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Porque un movimiento no se explica, se ejecuta,
se vive y se siente
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Porque el silencio verbal nos permite ser
conscientes de las sensaciones generadas en el encuentro con Uke
(exteroceptivas y propioceptivas)
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Porque nos ayuda a percibir los estímulos en
tiempo real y responder con inmediatez
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Porque favorece la espontaneidad y la
creatividad en las respuestas de Tori
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Porque es una conquista sobre el ego.
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Porque en el aprendizaje de las técnicas
sustituimos la conceptualización o racionalización del acto a realizar, por un
comportamiento dirigido por las sensaciones.
Una
sentencia sufí, dice así: “Si lo que me vas a decir no es más interesante
que el silencio, no me lo digas”