El profesor aprende a vencer
los enemigos internos como son: la mediocridad, el egoísmo, la autosuficiencia,
el cinismo, la falsedad y la envidia.
Sabe explicar el porqué, el
cuándo y el cómo de manera coherente en todos los ejercicios que propone.
Se considera un principiante
a perpetuidad y se cuestiona frecuentemente sobre lo que sabe, lo que enseña y
lo que le falta por aprender.
Nunca condiciona ni coarta
la libertad de sus alumnos, ni en el ámbito del Aikido ni en ningún otro.
Es consciente de que no lo
sabe todo, y es prudente a la hora de exponer sus conocimientos, siempre
exentos de dogmatismos, radicalismos, o discriminaciones.
Es generoso y sabe dar sin
esperar nada a cambio.
Vive en armonía y coherencia
con lo que enseña.
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