Imaginemos, por un momento, que cada uno de nosotros realizamos un viaje en el tiempo y retornamos a nuestra adolescencia.
Asistimos ilusionados y atentos a clases de matemáticas en las cuales nos desgranan los secretos de la geometría y trigonometría y cuando finalizamos el trimestre, el día del examen, las preguntas son entorno a Platón, Aristóteles y Sócrates.
¿Qué pensarías de nuestro profesor? y ¿del plan de estudios?
Todavía, hoy en día, en los entrenamientos es muy habitual desgranar/explicar las técnicas desde un punto de vista, podríamos decir, geométrico o trigonométrico observando comportamientos y enseñanzas de esta índole:
- Desequilibramos su centro de gravedad.
- Dirigimos el desplazamiento hacia el eje del cuerpo de uke.
- Colocamos el pie a 45º de la linea que une sus caderas.
- Elevamos el brazo por la bisectriz del ángulo que forma el hombro y el codo de uke.
- Alguna que otra observación mas esotérica que científica en torno a la respiración.
- Además de obsequiarle al uke de turno, entregado a la causa, una andanada de atemis.
Y con estos mimbres todos nos permitimos el lujo de alabar la gran cantidad de valores, principios y actitudes que somos capaces de aprender/transmitir con la práctica del Aikido y ya no digamos si tocamos el tema del arte la paz y la no violencia cuando previamente hemos dejado a nuestro uke para el arrastre, sin ninguna consideración, y sin percibir, en ningún momento, el mínimo signo de compasión, benevolencia o voluntad de entendimiento.
Simplemente son paradojas, curiosas, sorprendentes, de la trigonometría, la filosofía y el Aikido.
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