La búsqueda de la armonía es, en teoría, una constante en la práctica del Aikido, entendiendo como tal el conocimiento y canalización de todas las emociones propias que conducen al dominio de sí mismo, y no como una astucia técnica para doblegar al oponente. Sin estos requisitos sería imposible instalarse en ese estado de buena relación con todos y con todo. El problema es que hay muchos dojos donde se enseña el arte de luchar cuerpo a cuerpo con más o menos habilidad y eficacia, pero muy pocos en los que se aborde el conocimiento de sí mismo y de la inteligencia emocional solapada en los mismos entrenamientos de las técnicas de combate enfocadas a la resolución de conflictos por vía pacífica, mediante el respeto y el entendimiento.
Nos cansamos de leer y escuchar que la práctica del Aikido, antes que un
aprendizaje para vencer a un adversario, es una ascesis o combate interno
contra las propias debilidades, temores, hábitos, impulsos, etc. pero ¿cuántos
escogen esta segunda vía a pesar de ser la más importante para ellos mismos y
para la sociedad?
¿Qué ejemplos o patrones de vida ofrecen a diario los medios de comunicación?
¿Vivimos en un mundo pacífico, solidario, justo y razonable…?
¿Por qué aumenta sin cesar el número de personas que necesitan la ayuda de psicólogos o psiquiatras…?
¿Dónde es posible aprender a vivir en armonía…?
Incluso la respuesta más elemental a cada uno de estos interrogantes nos
muestra la necesidad y la utilidad inmediata de la educación de las emociones a
través de cualquier actividad, y en nuestro caso por medio del Aikido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario