Conviene
poner más atención en los principios, y no tanto en los detalles técnicos.
Aprendemos
a adaptarnos en tiempo real y a armonizarnos con lo que nos da el oponente
siempre respetando su integridad física desde una actitud de benevolencia.
Aprendemos
a metamorfosear una práctica guerrera de esencia conflictiva en un arte de paz
y entendimiento.
El
maestro no debe imponer una forma de
manera dogmática.
No
debemos ser clones de nadie.
Si
bien la técnica de base debe ser inmutable, la expresión del movimiento debe dejarse
a la libertad de aquél practicante que ya posee unas bases sólidas.
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