Los más
grandes expertos de todos los tiempos, en las diferentes artes marciales
japonesas, coinciden en afirmar que las técnicas de combate sin el
entrenamiento del espíritu, pierden gran parte de su eficacia.
Desde hace
unas décadas y hasta hoy, hemos creído que el objetivo del Aikido es alcanzar
un alto nivel de habilidad en la aplicación de dichas tretas de lucha, y es
posible que una gran número de aikidokas se conformen con esa meta.
Cuando se ha
practicado de manera ininterrumpida durante algunas décadas, empezamos a darnos
cuenta que tiene que haber algo mas… y que los expertos que nos han precedido
tenían razón cuando advertían que las técnicas solo son la herramienta que nos
ayuda a descubrir otros mundos invisibles, pero no menos reales como son las
actitudes, los principios y los valores del Budo, de mucha mayor utilidad y
provecho para la vida cotidiana que las destrezas corporales de combate.
Un arte de
paz como pretende ser el Aikido no puede ser enseñado como hace cincuenta años, si quiere atraer a las personas del siglo XXI tiene que admitir en sus
programas los últimos conocimientos de las diferentes áreas del saber humano.
Uno de estos
conocimientos que los samuráis ya practicaban a su manera, es la gestión de las
emociones, y la asimilación de las actitudes más convenientes en cada momento
de la vida.
En nuestro
método Aiki-Control ya contemplamos desde hace tiempo, este estudio, al
estructurar los contenidos de nuestras clases. Cada quince días el guión de entrenamiento
sigue el hilo conductor en la teoría y en la práctica, acorde con la actitud y
la emoción tratada, y esta forma de entrenar y descubrir otros horizontes, ha
sido aceptada con agrado por parte de
los alumnos.
Seguimos
buscando, descubriendo y adaptando todo aquello que contribuye a hacer mejor
persona de cada aikidoka.
No hay comentarios:
Publicar un comentario