Me pide AIKI CONTROL unas líneas a
propósito de la aplicabilidad del aikido en mi vida cotidiana, y la verdad es
que no sabría contestar a esa pregunta a no ser que la tome desde un ángulo
distinto, a saber: qué me aporta practicar aikido.
Empezaré reconociendo que
técnicamente no tengo lagunas sino mares. Empiezo la clase con el cansancio
acumulado del día, a menudo estoy realmente agotado, pero enseguida se dispara
mi entusiasmo que saca fuerzas de flaqueza. Al finalizar he de reconocer que
sólo la generosidad del uke me ha
permitido realizar algo que se quiere
parecer al aikido.
El ikkyo, técnica básica para el examen de cinturón amarillo, se me
resiste. La distancia se me resiste. Conservar el centro se me resiste.
Desplazar al uke se me resiste. Marcar
un atemi verosímil sin interrumpir el
dinamismo del movimiento se me resiste. Mantener una actitud serena ante un
ataque contundente se me resiste. ¿Y la respiración? ¿Y los desplazamientos y
equilibrio en suwari waza? ¿Y mantener
la atención a lo largo de la modesta hora que dura la clase? Se me resisten.
Tantos años de práctica y sólo me hace falta practicar con un novato para
constatar mi incapacidad frente a un ser indócil y rígido que no se presta
a dejarse llevar como Ginger Royers.
Y sin embargo… Pese a todo lo
dicho el aikido es una isla de felicidad. Disfruto como un niño con esa danza
que busca coordinar dos cuerpos disputando un combate, con giros, agarres,
proyecciones. Los problemas quedan en el vestuario pues cada técnica obliga a
poner la atención íntegra en ella, cuerpo y mente al servicio de un único
movimiento. Y donde el desorden de la vida imperaba surge la armonía.
Luego están esos raros momentos en
que una técnica sale redonda, y uno siente que la Fortuna ha querido rozarle
con la yema de sus dedos para insuflarle su aliento.
¿Qué es el aikido para mí? Es un
oxímoron, el reposo del guerrero al que se llega por la acción; la isla de paz
después de un día agotador que se basa en combatir, en vencerse, en volver a lo
primario: el movimiento, la respiración, la atención en un sólo punto sin
perder de vista todo. Eso y unas cuantas cosas es el
aikido en mi vida.
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